Por Jesús Aguado
“De golosos y tragones, están llenos los panteones” reza el dicho mexicano. Y la realidad es que si lo vemos a la inversa, es verdad; y es que en el Día de Muertos (uno y dos de noviembre) los cementerios son tomados por los vivos. Ahí alegres escuchan la música de banda, de mariachi, trío, grupo norteño, o de la propia bocina que llevan conectada vía Bluetooth al celular.
Desde temprana hora, aquellos que perdieron a un ser amado en el camino, llegan al cementerio; y al ritmo de música, risas o llanto; tallan y lavan las lápidas, barren, colocan ofrendas florales, una botella de tequila aquí, una de mezcal allá; ese día se ven globos flotando por todo el “camposanto”, una caguama aquí, tamales y atole por allá. En fin, es un día feliz, porque la reunión de las almas se comparte, se disfruta, se respeta.
Los panteones en San Miguel son varios: Cruz del Palmar, El Pueblito, San José de los Allende, Puerto de Nieto, Luz Eterna, pero los más concurridos son el de Salida a Celaya—donde ya no hay espacio para más almas—y el de San Juan de Dios. Este año, ya de vuelta a la nueva normalidad, el estado ha decretado que los cementerios estén abiertos al 70 por ciento de su capacidad, y San Miguel no es ajeno al mandato. “Queremos que los panteones estén limpios, para que los sanmiguelenses puedan ir y visitar a sus seres queridos” mencionó el presidente municipal Mauricio Trejo previo al Día de Muertos, y por ello emprendieron una campaña de limpieza. Así, estos espacios que se llenan de mil colores en esta fecha especial, permanecerán abiertos desde las 8am-8pm.
En el tema de camposantos, el vestigio históricoes el de San Juan de Dios. Éste recibió a su primer difunto un 2 de noviembre de 1770, y al último en 1970. En éste se enterró a propios y extraños durante 200 años. Este panteón de San Juan de Dios fue restaurado—luego de haber perdido gran parte de su extensión y monumentos—y reabierto al público general en 2010.
Sobre el primer morador de este lugar, previamente la historiadora Graciela Cruz ha comentado que era un desconocido. Éste fue hallado moribundo en las escalinatas de la parroquia de San Miguel Arcángel, y fue llevado al hospital—ahora escuela Hermanos Aldama—ahí falleció y se enterró en el cementerio que era adyacente.
Acorde con Cruz, durante 200 años ese lugar “recibió gente de todas las clases sociales, etnias y lugares, puesto que San Miguel era en aquel tiempo un cruce de caminos importante, visitado por viajeros y comerciantes de todo México y también de diferentes países”.
La historiadora añadió que los periodos en que el cementerio recibió más gente fue durante las epidemias y las hambrunas, principalmente la de 1785-1786. Durante la guerra de independencia, indicó la historiadora; el cementerio recibió muertos tanto del bando insurgente como de las tropas realistas.
Foto Principal por Jennifer Spelman