Por Paola Velasco
“… Un día perfecto para mí, es hacer dos o tres cosas solamente, así se pueden disfrutar más cada una de ellas.”
Hace 2 años me mudé a este maravilloso lugar al lado opuesto de San Miguel, la presa estaba seca casi en su totalidad, me dice la gente de aquí que ha sido uno de los años más secos para la presa desde que la construyeron. Para mí era muy fácil ir y venir de aquí a San Miguel, ya que podía cruzar por en medio de la presa para llegar al pueblo, lo cual me tomaba unos 15 minutos de recorrido, después de unos meses empezaron las lluvias y al parecer ha sido uno de los años que más ha llovido, por lo tanto la presa alcanzó niveles que hacía muchos años no alcanzaba, por lo menos unos 20 años.
Por ese motivo cada vez que necesitaba ir al pueblo para alguna cosa tardaba unos 35 o 40 minutos en vez de 15 que hacía antes de las lluvias, al principio lo tomaba como algo que me quitaba tiempo ya que no podía cruzar fácilmente, pero después de hacer varios recorridos por el camino largo rodeando la presa me di cuenta que en vez de quitarme tiempo era todo lo contrario, yo estaba ganando tiempo al hacer esos recorridos tan maravillosos sin ninguna prisa. Disfrutando de los paisajes increíbles que la vida me estaba regalando, casi de un día para el otro el campo se lleno de flores amarillas, los campos verdes completamente, la gente maravillosa del campo trabajando bajo el sol y saludando cada uno que me encontraba con mucha amabilidad. Poco a poco yo iba tratando que mis recorridos fueran más largos para poder sentir más profundo todo lo que mis ojos estaban viendo.
De las primeras cosas que me maravillaron de este lugar fueron sus atardeceres y sus amaneceres, los sonidos de la naturaleza tan perceptibles y únicos que son para mí como el alimento del alma, nunca había escuchado tantas aves juntas y tantos insectos juntos cantar al mismo tiempo, las noches llenas de estrellas son una maravilla también. La calidad humana de los habitantes de la comunidad también me llamó mucho la atención, gente maravillosa y cómo viven en la comunidad es increíble.
No encuentro palabras para describir el cambio que ha dado mi vida en este último año, cómo se llenan mi alma y mi espíritu cada amanecer, cada atardecer, cada recorrido que hago a pie o en mi moto por el campo, y cómo me ha hecho entender el significado de la vida, si es que esta tiene algún significado, o más bien el darme cuenta que la vida se puede vivir fuera del caos al que estaba acostumbrado, el vivir la vida de una forma más lenta o más bien el vivir la vida como es.
Don Ciriaco, una de las primeras personas que conocí a mi llegada, un ser maravilloso que me ayuda a regar las plantas, nunca lo he sentido con ninguna prisa para nada, platicar con él cada tres o cuatro días me llena mucho, me da mucha paz, un hombre sabio con el que platico mucho y me río mucho también. También está Nataly, una mujer sorprendente y su hijo Robert que vienen a platicar conmigo.
Cada viernes primero de mes acompaño a Claudia Pérez Pavón, mi vecina, una gran pintora y gran amiga también a dar clases de pintura en la primaria rural “Juan Aldama” de la comunidad de Don Juan, son 32 niños que siempre esperan impacientes por aprender y agradecen que vayamos a dar las clases. Para mí es una gran terapia, esas tres o cuatro horas que pasamos con estos niños, más que enseñar para mí es un gran aprendizaje, salgo lleno de vida.
Otra de las cosas que más disfruto de vivir por acá es poder andar en mi moto aunque sea una vuelta de 15 o 20 minutos. Para mí andar en moto es sentir una libertad indescriptible, es pensar, es estar conmigo mismo y verme tal y como soy, meditar mucho, pasar mucho tiempo solo.
También me encanta salir por las mañanas a caminar o correr por 40 minutos por el campo ya sea que esté seco con sus tonos cafés y dorados o verde lleno de flores amarillas por todas partes, los amaneceres llenos de neblina me encantan, me hacen sentir más vivo también.
Me encanta poder trabajar en un lugar como este, siento mucha libertad y mucha inspiración para hacer mi trabajo, bueno más que trabajo yo le llamo jugar, cuando te dedicas a lo que te apasionas casi dejas de trabajar, ya que es lo que haría en mis tiempos libres, por eso le llamo jugar. Disfruto mucho estar en medio de la nada editando mis fotos o pintando, puedo pasar horas y horas y muchas veces sin darme cuenta del tiempo que ha pasado.
Me gusta mucho subirme a mi moto e ir a desayunar a Mineral de Pozos, me voy por el camino largo y hago como una hora para llegar, disfrutado mucho esas vueltas en moto. A veces me gusta ir a desayunar al Café Rama, en San Miguel y regreso, para mí es un paseo.
También me gusta algún sábado quedarme en mi casa sin hacer nada, regando mis plantas y sentir el pasar del día, también es una forma de descanso para cargarte de energía para los días siguientes, dar una vuelta por la presa, escuchar y sentir la vida, la naturaleza, pensar, meditar.
Ir caminando a la tienda de Doña Concha es un paseo también, encontrarme con la gente de aquí y platicar algunos minutos con ellos es algo que disfruto mucho.
Ahora mismo estoy trabajando en una serie de pinturas que se titula Las Flores del Desierto.
Tal vez cualquiera diría que un día perfecto para mí sería hacer todo esto que les platico pero no, un día perfecto para mí, es hacer dos o tres cosas solamente, así se pueden disfrutar más cada una de ellas.
Nunca podré dejar de mencionar a mis hijos, ellos son lo más maravilloso de mi vida, ellos me han enseñado a sentir todo esto que siento ahora, cada día que pasa hablo con ellos por lo menos una vez al día y cada vez que tengo oportunidad voy a visitarlos, estar con ellos me hace sentir todo lo que estas cosas me hacen sentir juntas, y siento el más grande amor que pueda existir en esta vida, más grande de lo que no sólo con palabras se pueda explicar, no hay manera de explicarlo. Gracias, Ainhoa, Amaia e Imanol, son lo más maravilloso que he podido sentir en esta vida.