Por Fernanda Noriega
En 2008, la Asamblea General de las Naciones Unidas concretó el 08 de junio como el Día Mundial de los Océanos, gracias a un proyecto canadiense que comenzó la iniciativa por la protección y preservación de los océanos del mundo.
Ahora bien, todos conocemos la importancia del agua, recurso no renovable, en la vida del ser humano; sin embargo, no está de más recordar cuál es la importancia de los océanos: el planeta tierra, conocido también como “el planeta azul”, hace honor a su nombre ya que está conformado mayormente por agua. El agua hace posible la vida, además de que regula el clima para que el planeta sea un lugar habitable. Las precipitaciones, el agua potable, el clima, los alimentos, el oxígeno y gran parte de las actividades económicas que son el sustento de miles de personas provienen del agua, es decir, de los océanos.
El hecho de establecer un día del año a algo, como en este caso es a los océanos, se hace con la intención de recordarnos lo indispensable de aquello que se conmemora y hacer consciencia sobre la manera en que lo explotamos. Ciertamente, no hay mucho que podamos hacer por evitar la sobreexplotación por parte de las grandes industrias u otros sucesos preocupantes, pero sí podemos, como se dice por ahí, “poner nuestro granito de arena” al cuidar de manera más consciente el agua en casa, comportarse cívicamente cuando visitamos las playas, y sobre todo ser amables con la naturaleza.
El océano, misterioso y desconocido, alberga más de 2 mil especies identificadas y muchas más que el ser humano aún no logra identificar, ya que el océano, irónicamente, es la parte más desconocida del planeta. Nos queda concluir que el océano es un ser de temperamento inestable, digno de respeto y de toda nuestra gratitud, ya que gracias a él, el planeta tierra es habitable y no una mina de cráteres, como se ha descubierto en otros planetas.