Por Fernanda Noriega
Fue un segundo del séptimo del año (02/07) del año de 1915 que Porfirio Díaz, uno de los presidentes más recordados de la historia de México, falleció en su querido París, Francia.
Hoy, a casi 107 años de su fallecimiento, hay algunos hechos curiosos que merecen la pena relatar en esta edición de Encuentros.
Pocos saben que Don Porfirio es conocido por muchos como “el mejor gestor cultural” que ha tenido nuestro país, y es que aunque todos sabemos la inclinación que el expresidente sentía por la cultura francesa, pocos le damos mérito a su esfuerzo por impulsar el arte, al grado de que el periodo de su mandato (1876-1911) fue uno de los más fructíferos en lo que a la música y el arte respecta hasta la fecha.
Por aquel entonces, el instrumento más popular era el piano de cola, de manera que podía encontrarse uno en cada hogar de la alta sociedad y era tocado por las señoritas “hijas de familia” durante los famosos bailes de salón, en donde se reunían las familias de alcurnia y muchas veces, asistían también Don Porfirio y su esposa, Carmen Rubio de Díaz. Los compositores y músicos favoritos del entonces presidente eran, por supuesto, en su mayoría de origen francés, pero también músicos de otros países como el famoso Strauss, de Austria, o Chopin, de Polonia, quien era un gran compositor y virtuoso pianista. Pero también admiraba al compositor mexicano Juventino Rosas que por esa época compuso el célebre vals Sobre las Olas.
El gusto por la música y el baile de Díaz era tal, que se puede decir que casi todas las actividades de entretenimiento de la época tenían que ver con la música: por un lado los bailes y la música de salón y por el otro la ópera, la opereta, la zarzuela, el cancan y el ballet. Si te consideras amante de la música clásica, seguramente conoces el Vals de Carmen, obra de Juventino Rosas que al compás del 1, 2, 3 puso a bailar a la sociedad porfiriana, ya que esta pieza fue un regalo del compositor para Doña Carmen Rubio, esposa de Díaz.
Dentro de sus funciones como presidente, no hay mucho qué decir: todos conocemos al menos un poco acerca de sus aciertos y errores y tenemos una opinión propia. Sin embargo, es inevitable tomar en cuenta que su gusto por el arte y la tendencia europea que tanto le atraía marcó un antes y un después en la historia del arte de nuestro país…
Sobre su personalidad, me atrevo a decir que el señor resultaba un poco extravagante, bastante emocional y un tanto chocante. ¿Sabes cuál era su pieza musical favorita? Solo te contaré que cuando Don Porfirio fue exiliado, tras 30 años en el puesto de presidente de la República y partió en barco hacia su anhelado París, Francia junto a su esposa, solo declaró una última petición… Que se le despidiera con su vals predilecto: Dios Nunca Muere, obra de su “paisano” oaxaqueño Macedonio Alcalá.