Pulque en San Miguel de Allende

Por Fernanda Noriega

San Miguel esconde aún muchos rincones mágicos, alejados del corazón de la ciudad. Primero por asfalto, después por caminos empedrados… Al llegar a la casa de la señora Betty en el Rancho Lagunillas, descubrirás un espacio que parece una pintura al óleo en la vida real. No por nada José María Obregón, por allá de 1860 y tantos realizó una pintura que tituló “El descubrimiento del pulque”.

Para llegar se recomienda ayudarse de GPS, pasando la comunidad de San José del Llano, justo al llegar al Rancho Lagunillas a menos de un km de la presa de Jalpa: no te será difícil dar con la Señora Betty, quien recibe a los comensales en la terraza de su hogar y, mientras prepara la comida, las jarras de pulque y aguamiel no se hacen esperar “para hacer hambre”. 

El pulque es una bebida prehispánica que ha sido bautizada por los mexicanos como “la bebida de los dioses”, así como el aguamiel. La señora Betty comparte que lleva más de 30 años haciendo pulque; su abuela le enseñó a extraer el aguamiel del maguey, así como también aprendió de ella el arte de dejarlo fermentar el tiempo exacto. “Ella quebraba los magueyes. Así le llamamos al momento de abrirlo para raspar y sacar el aguamiel, que así como va saliendo lo servimos”. Si no eres de los valientes que se animan a probar el pulque, el aguamiel es un buen comienzo, sin embargo, puedes estar seguro de que en este pequeño rincón se encuentra el pulque más fresco y delicioso de la región del Corazón de México. Y aunque esta bebida ancestral es el atractivo del lugar, la comida no se queda atrás: frijoles de la olla, mole negro, quesadillas en tortilla de maíz azul o rojo, guisados y arroz son algunos de los manjares que la Señora Betty pone a la mesa los domingos de buffete, o cualquier otro día de la semana.

Dicen por ahí que “panza llena, corazón contento”, pero eso no es todo. Mientras disfrutas de tu almuerzo y bebes todo el pulque que quieras, la vista de la sierra, el viento sobre tu piel y el sonido de los animales de la región convierten la experiencia en algo inigualable, digno de repetirse cada vez que puedas escaparte de la rutina.

Después de comer puedes pasear por el campo, visitar la presa de Jalpa y esperar la majestuosa puesta de sol que se puede observar desde este rincón del mundo. 

Experiencias como esta te acercan a tus raíces, agradeces que estás vivo y sobre todo, ¡que estás en San Miguel! 

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