Por Salomón Maawad

“Un día perfecto es un día impredecible, no planeado, porque si lo planeas no sale como tú quieres”

Cuando tengo un buen día estoy completamente relajado, sin pensar en cualquier tipo de preocupación u obligación. Me gusta levantarme por la mañana y poner la cafetera, dar los buenos días a mi familia, desayunar muy a gusto, platicar algunas cosas de interés personal e intercambiar ideas y hacer algunas bromas. 

Posteriormente, hago lo que más me gusta que es buscar las llaves de mi estudio, entrar y prender el equipo de sonido, escuchar un poco de jazz y al mismo tiempo organizar mis partituras, y darle mantenimiento a mis saxofones. Me pongo a practicar un poco de improvisación, cuando de repente empiezan a salir ideas melódicas y es el indicio de ponerse a escribir incisos y frases musicales, repitiendo y ligando unas con otras hasta llegar al punto que quiero. 

Para esto, ya tengo en mi cabeza el ritmo que para mí es el alma de la música y la armonía del cuerpo sólido. Lo increíble de todo esto es que no me doy cuenta de cómo pasa el tiempo y la gran sensación de satisfacción de que lo que logré es increíble porque me siento orgulloso y satisfecho. 

Lo mágico de ser compositor o creador, como lo quieras expresar, es que dentro de mi cabeza estoy escuchando lo que hice. Concreto lo que escribí para cada uno de los instrumentos en los que pensé y ensamblé para el grupo completo. Cuando escribo arreglos, significa que adherí a mi música otros instrumentos como una trompeta, un trombón, un sax barítono o un cuarteto de cuerdas, para mí eso es un día perfecto y lo interesante es que cada vez que toco esta composición ya ensamblada con todos los músicos me acuerdo de ese buen día.