Por Jesús Aguado
Salir de San Miguel por carretera a Celaya, dar vuelta por el entronque a Guanajuato para luego, entonces cruzar sobre la cortina de la Presa Allende. Pero previo a llegar, una capa verde visible cubre metros y metros cuadrados del espejo de agua; es lirio acuático, considerado una plaga por la Comisión Nacional de Biodiversidad.
La capa del lirio se extiende sobre las orillas del lado este. “Los pescadores de la presa Allende no pueden salir ahorita. Porque el viento se está llevando para allá la plaga”, dice don Rogelio, mientras está sentado sobre una montaña de lirio seco. “Te sientas así cuando ya está seco, no cuando está mojado” dice entre risas. Luego, sentada sobre una lancha que a la vez se balancea entre el agua y el lirio, doña María nos muestra la planta, y nos dice cómo cada día se reproduce y los problemas que les ha causado, y qué puede causar si no se controla. Ahora no ha salido a pescar en una semana. El lirio arrastró su red.
A la distancia
La Unión de Pescadores Allende tuvo una época difícil este año, cuando las lluvias bajaron los niveles de agua—claro que no ha sido el peor nivel que ha tenido desde su inauguración—a un 11 por ciento; como si la contingencia y la evitación en tianguis de otros municipios no hubiese sido suficiente. Esperaban con todas las ansias que lloviera, y sí… La temporada fue buena a sus ojos. De hecho, la presa está sobre su máximo nivel (101 por ciento) que es 171.77hm3; pero con las corrientes, también vino el lirio acuático que se expandió aguas arriba y ahora está multiplicándose en La Begoña (otro nombre no oficial con que se conoce a la reserva artificial).
Actualmente hay 42 botes que se echan a la pesca, solo de la unión Allende—Pantoja y Flores de Begoña. Y son estos habitantes los más preocupados porque la presa quede limpia. Y es que salir a pescar o llegar es todo un cúmulo de maniobras. Y por eso, ya se han organizado y cada fin de semana extraen kilos, y más kilos de lirio; pero necesitan ayuda.
Y ahí, cuando Atención llegó a platicar con la unión de pescadores, a la distancia se veía un bote; el viento lo balanceaba de aquí para allá—y de regreso. Julio Valdez remaba, Julio Jr. Observaba y aprendía. Llegó a la “zona verde”, ya no avanzaba tan fácil, aunque remaba con fuerza. El lirio frenaba.
Julio se desesperó, dejó los remos, se inclinó y por delante del bote comenzó a remover la planta “a mano”, luego que abrió una línea desató un remo, y tal cual si “la Borracha” su bote, fuera una chinampa, convirtió el remo en pértiga que apoyó en el suelo bajo del lado derecho, luego lo volaba sobre Julio Jr. Y empujaba por el extremo izquierdo. Al final, saltó del bote, y lo arrastró a tierra.
Malos días, falta ayuda
Julio Jr. Siempre veía a su papá, amigos o familiares echarse al agua, y luego regresar con kilos de pescado. “Siempre quería saber cómo se sentía. Ya ahora que he estado no se siente nada. Pero al principio se siente bien feo”, nos dijo mientras guardaba una Cocacola en sus botas blancas. Ese día fue malo, regresaron solo con unos dos kilos de mojarra. “Es un mal día, porque hace viento, y se lleva para otro lado los pescados” indicó, a la sombra de Julio (su papá) que asiente sobre la información. Aquí la culpa la echan al viento.
María Valdez ha pescado desde que tiene memoria. Ella se sube al bote, rema, echa sus tumbos, y luego va a revisar lo que han atrapado. Lo cierto es que ahora no sabe qué hará, y es que el lirio se atoró entre sus redes, y si no la rompió, la arrastró hacia un lugar remoto. Encontró algunos pedazos, el resto “sabe dónde quedaría. Una pequeña cuesta como 250 pesos. Pero la mía era grande, como cuatro juntas” nos dijo.
Sentada sobre un bote, doña María introdujo la mano al agua y sacó una gran mata de lirio. “Vea la flor, morada, está muy chulita. Pero vea como en este ya se reprodujeron como diez plantitas. Éste va a seguir creciendo y reproduciéndose si lo dejamos. Puede extenderse todavía más, secar la presa, matar los peces, puede causar mucho daño si lo dejamos”, dijo doña María.
Roberto Vargas es representante de los pescadores. Asegura que hay unas 50 personas listas para comenzar la limpieza de la presa, pero hay un detalle, no cuentan con herramientas como yelgos. También requieren equipo de protección personal que es simple, solo botas de hule. “Ayúdennos, necesitamos rescatar el agua para ellos, los pescadores, pero también para todos los que vienen de fin de semana a disfrutar del atardecer; que viene a tener una carne asada, o a beber algunos tragos. Organizaciones, instituciones públicas o privadas, necesitamos su ayuda. Nosotros estamos listos, y sabemos trabajar para erradicar el lirio” comentó. También pidió que, en caso de poder apoyar, se comuniquen con él al 4151589759.
Lanchas de 40 pesos
La actividad pesquera comenzó en 1972, tres años después de la inauguración de la presa.
La inundación desplazó a los habitantes como a Gregorio Vargas; sus padres se dedicaban “allá abajo” en el actual vaso de la presa a la fabricación de macetas y vasijas. El barro que era especial, quedó ahí, cubierto por el agua. Así que no le quedó más que moverse a la moldeada y quemada de ladrillos, como muchos otros en la comunidad. Pero algo ocurrió por 1972.
Don Gregorio recuerda que oficiales del gobierno federal visitaron Flores de Begoña, para formar una cooperativa de pescadores, y se hizo. Se anotaron unas 40 personas. “Trajeron una lancha del municipio de Yuriria para que la viéramos, y que nosotros pudiéramos construir las nuestras. Yo la vi, una y otra vez, con otro compañero. Y sí, nosotros nos animamos y comenzamos a construirlas. Eran de madera, completas, ahora ya las venden de fibra de vidrio”.
Don Gregorio recuerda que “por aquellos tiempos, la pieza de madera de 30cm de ancho por 6 metros de largo, costaba cinco pesos. Se necesitaban seis piezas para hacer una lancha”. ¿Y cómo eran selladas para que no se introdujera el agua? Cuestionamos, y don Vargas compartió su arte. “En la cama, o la base, se bañan con cera hirviente”. Ya luego se echa al agua el bote para que se hidrate la madera, y la lancha pueda dar la vuelta correctamente.
Entonces la hechura de un bote no superaba los 40 pesos, porque se hacían para los amigos. Hoy hacer uno de esos botes pesqueros puede costar seis mil pesos. Y sí, ya no son muy solicitadas, pero don Gregorio todavía las hace, junto a su hijo Roberto.
En la Madrugada
Doña Consuelo Aldama también heredó el oficio de hacer macetas y vasijas, pero la necesidad la llevó a convertirse en pescadora. Junto a los otros pescadores aprendió de a poco, ¿Qué peces pescar? ¿Con qué tipo de red y en dónde conseguirlas? Ahora ya llegan los vendedores de red hasta la presa.
La señora Consuelo recuerda que a la 1 de la madrugada salía del embarcadero a pescar; y dos horas después ya estaba de vuelta en su casa, ponía el pescado vivo en cubetas, y se iba a la carretera—caminando unos dos kilómetros—para esperar el autobús a Celaya, y luego a Villagrán.
En Villagrán, tenía un espacio en el tianguis para vender el producto “nos lo llevábamos casi vivo para venderlo”. Pero cuando no había venta en la zona de tianguis, entonces no le quedaba más que tomar sus cubetas e ir casa por casa ofertando las mojarras, los charales o la sardina. Y es que podía venderlos ahí, en la presa a donde por años ha llegado un comprador de Yuriria, pero el pago por kilogramo ha sido, y es mínimo. Y lo sabe, porque ya no se hace al agua, ahora compra el pescado de su hijo, pero desde que inició la contingencia ya no ha ido a Villagrán.
Datos de la Comisión Nacional de Biodiversidad
Efectos sobre la biodiversidad y ecosistemas
Cubre extensas superficies en presas, lagunas y canales, impidiendo el libre paso del agua o la navegación, además afecta la supervivencia de las plantas y los animales nativos.
Cultivos afectados y efectos sobre los cultivos
Se afecta la acuacultura, ya que el agua abajo del lirio acuático puede perder su oxígeno.
Usos
En la región chinampera del Valle de México, es usada como abono verde y para levantar el nivel de las chinampas. También se le utiliza como fertilizante, forraje y ornamental (Rzedowski y Rzedowski, 2001 y 2004). Sirve como alimento de carpas, para elaborar artesanías, producir biogás, depurar aguas residuales.
Impacto sobre la salud humana
Favorece el desarrollo de mosquitos que producen daños a la salud humana y del ganado.
Impacto económico y social
Crea problemas a la pesca, la navegación y al mantenimiento apropiado de áreas recreativas. Se estima que cubre aproximadamente 40,000 de todos los lagos de México que tienen problemas con esta especie; por ejemplo, cubre aproximadamente 7000 ha del Lago de Chapala. Causa problemas para la acuacultura.