Por Fernada Noriega
Imer Acuña es músico instrumentista, contrabajista específicamente. Desde muy joven la música cautivó sus oídos, y hoy dedica su tiempo por completo a la interpretación y a la docencia, instruyendo a niños y jóvenes en el arte de conformar la sección de cuerdas graves de la orquesta. Como muchos otros mexicanos, Imer se ha vuelto amante de reservar sus días libres para disfrutar San Miguel. Su esposo, el Arquitecto Fermín Palencia comenzó a tener algunos proyectos de diseño en San Miguel y a partir de ahí “se ha hecho una costumbre para mi esposo y para mí visitar San Miguel muy frecuentemente”, comparte, y por el tono de su voz me atrevo a aventurar que la tentación de quedarse a echar raíz en esta tierra es muy grande.
Al preguntarle cómo describe un día perfecto en San Miguel, se desborda narrando “inicia muy temprano. Me gusta apreciar la belleza de las calles cuando aún no son muy transitadas, y subir al mirador para, desde las alturas, ver cómo el sol ilumina la ciudad”. Y es que Imer, como buena artista, disfruta la belleza que habita en la tranquilidad, mirar al cielo desde este punto del país le resulta mejor que apreciar una pintura, o una postal. Al avanzar el día, le gusta estar inmersa en la vida local, bien puedes encontrarla en un pequeño café que, en uno de los bares tradicionales como el Manantial, maquinando ideas nuevas que le vienen a la mente, ya que aún no se ha ido cuando ya extraña San Miguel. La contrabajista, comenta que en un futuro no muy lejano le gustaría llevar a cabo proyectos musicales en nuestro querido pueblo, ya que “es un lugar con una propuesta cultural muy rica e importante”, explica.
Al ponerse el sol, siempre le parece una buena idea pasear por aquí y por allá, descubriendo más que visitando alguna tienda, el Mercado de Artesanías, un restaurante que llamó su atención o encontrando algún rincón digno de inmortalizar en una fotografía: Y al parecer ya ha aprendido que aquí más vale andar “a pata” que, en auto, viviendo al máximo la experiencia de subir y bajar los pequeños callejones. Imer es amante de mezclarse entre los locales y, si algún bar o restaurante le gusta, no se detiene para convertirlo en una tradición cada vez que viene.
Al finalizar el día, Acuña disfruta de emprender la búsqueda de un lugar nuevo por descubrir para divertirse y compartir una copa con su esposo o su familia, siendo sus favoritos aquellos que ofrecen una terraza para ver al sol esconderse desde las alturas, y escuchar a lo lejos que el mariachi lleva serenata a la Parroquia como cada día, cuando la luna se asoma.