Por Fernanda Noriega
Desde que era una niña mi madre comenzó a enseñarme una que otra cosa; que si “por una taza de arroz son dos de agua”, que si hay que asar los chiles antes de molerlos cuando uno va a hacer mole. Con el tiempo, no solo comprendí la magia que existe en fusionar ingredientes siguiendo mi instinto, sino que me maravillé del sinfín de creencias que hay alrededor de la cocina desde antaño y que, a la fecha, al menos mi abuela sigue profesando. ¿Te cuento algunas?
“Ponte un trozo de cebolla en la cabeza antes de picarla”: todos… TODOS, hemos llorado a mares mientras picamos finamente la cebolla para el pozole o los chilaquiles. Y ¿sabes cuál es el remedio infalible? Precisamente, colocar un buen trozo sobre tu cabeza antes de comenzar.
“¡Quítate! Me vas a arruinar la masa pa’ los tamalitos”: bueno, yo no tengo hijos aún; pero dicen que las mujeres embarazadas no pueden amasar la masa para los tamales porque no quedarán bien. Y ¡ni se te ocurra participar si tu ánimo anda bajo! Menos llorar sobre la masa, ya que se “cortará” y quedará inservible.
“Ya estás listo para casarte, mijito”: esta sí me la han dicho varias veces y es que, no es por nada, pero cuando hago arroz está apenas para concurso. México es un país aún tradicionalista, así que no te sorprendas si te dicen estas palabras y mejor tómalo como un halago.
¿Te han dicho alguna de estas frases? Sinceramente, me enorgullece vivir en una cultura en donde algo tan cotidiano como preparar la comida es todo un ritual, y puedo decir que es satisfactorio cuando mi familia disfruta de aquello que con cariño preparo para ellos.